Segrega DMT

Fui, como cada año a la fiesta de año nuevo en Maruata y, de paso, me quedé en Lázaro Cárdenas. Estaba cotorreando bien chido con unos morros y morras en el jardín de una tenencia de ahí, cuando llegó la policía.
Todo mundo huyó, menos yo. Traía mota pero creí que no me llevarían. Y sí. Dormí en los separos del cuartel de Seguridad Pública Municipal, con un teporocho, un presunto ladrón y un soldado que peleó con su esposa.
Sabía que era probable que alguna vez me detuvieran así que me hice a la idea de tomarlo como una experiencia de aprendizaje. Durante la noche me repetía ‘no me voy a emputar‘ y me propuse segregar DMT, pues tengo entendido que el cerebro la produce en momentos de crisis.
El sistema de justicia es una farsa. Al día siguiente tuve una audiencia el juez, quien sentenció una detención ilegal, pero me advirtieron que se quedarían con mi mota. Además, me ofrecieron poner una queja en la misma dependencia, pero se me hacía tarde para seguir mi camino.

La política de drogas y mi desodorante

A finales del mes pasado fui a un rave en una comunidad rural cerca de la ciudad donde vivo. Llegué temprano para aprovechar la luz del día, porque iba en bicicleta, pero me tocó esperar dos horas para entrar. Como que no estaba muy bien organizado el evento.

Al ingresar, unos elementos de seguridad, supuestamente del municipio, estaban revisando las mochilas en busca de drogas. Yo traía una cápsula con una dosis legal de MDMA, según el artículo 479 de la ley general de salud.

Me revisaron y, sin que me diera cuenta, sacaron la cápsula y de paso mi desodorante. Eso me molestó porque no cumplieron con lo que dice la ley, ya había testeado la sustancia que llevaba y tuve que comprar otra en el rave, lo que aumenta las probabilidades de adulteración, además me robaron mi desodorante.

Este es un ejemplo de que las políticas de drogas prohibicionistas provocan más problemas de los que pretenden resolver. En este caso, posibilita la corrupción de servidores públicos, justificada por la criminalización de personas usuarias de sustancias y la violación de sus derechos humanos.

Ahora que lo escribo, me suena al debate sobre los pueblos originarios en la colonia y al tema de los cuerpos que importan. De hecho, un slogan del activismo psicoactivo es que la guerra contra las drogas es una guerra contra la juventud, pero también contra las clases precarias, las mujeres y otros grupos vulnerabilizados.

Si crees que este problema no te afecta directamente, pregúntate quién decide lo que comes (y respiras), por tu seguridad en este ambiente bélico de «guerra contra las drogas» o por tus impuestos que pagan la cárcel de mucha gente que está ahí porque no pueden pagar su defensa, algunas por posesión de dosis pequeñas y otras por trabajar de mulas.

En definitiva, las políticas actuales de drogas no están funcionando, por lo que necesitamos urgentemente cambiarlas.

El unicornio en la reducción de riesgos

Tenía tiempo con ganas de aplicar la reducción de riesgos en un rave y encontré la oportunidad en este festival de reforestación, con música electrónica, temazcal, yoga cannábica y ceremonia de hongos. O sea, algo único.

Durante el primer día por la tarde, tomé el micrófono para dar la bienvenida, me presenté para que me consultaran sobre cualquier sustancia y avisé que, si iban a tomar hongos, no cenaran ni pistearan mucho para evitar un malestar estomacal.

Más tarde se acercó un chavo que estaba decidiendo tomar o no una sustancia que le ofrecían sus compas. Yo le sugerí que mejor no, para evitar mezclar sus efectos. Durante la noche, otros dos me preguntaron si tenía LSD, les respondí que no pero que el efecto de los hongos es parecido. Esas fueron las únicas consultas que me hicieron pero más tarde ocurrió algo curioso.

Por la noche hacía frío y me puse una pijama de unicornio, que tenía guardada desde hace algunos años cuando hicimos una fiesta drag con una amiga, y me puse a repartir bombones alrededor de una gran fogata. Hubo quienes preguntaron de broma que si tenían «algo», a lo que les respondía: «sí, un chingo de azúcar y calorías.»

Después de media noche hicimos la ceremonia de hongos y en la madrugada un chavo se malviajó por lo que estaba sentipensando y se desesperó porque quería cortarse el efecto. Le decíamos que tenía que ser paciente y esperar a que se le pasara. Insistía en hablar con alguien sobrio y le dije que a mí ya se me había pasado el efecto del hongo, lo que era verdad porque sólo comí uno, pues iba a fungir como apoyo en la ceremonia. También le dije, para ganar confianza, que soy psicólogo y estuve con él hasta que se metió a la casa de campaña de sus compas para resguardarse de la lluvia.

Me preocupaba que pudiera agravarse, aunque sabía que era una posibilidad muy remota. Por eso, al día siguiente, me dio gusto verlo despierto y sobrio. Corrí a abrazarlo y a ver cómo estaba. Afortunadamente estaba bien, sólo tratando de asimilar el viaje.
Supongo que para terminar de aterrizar, entre otras preguntas me dijo: «si eres psicólogo ¿por qué estás vestido de unicornio?»

Otra vez el pride

La semana pasada fui a un bar gay en Morelia y me tuve que sentar en una piedra decorativa porque no cabíamos en la mesa y no nos dejaron agregar otra silla. Dos días después su dueña fue coronada reina del Pride de Morelia. Entre otras cosas dijo que si nos lleva la patrulla se sube ella, así nos bajan o nos llevan a todos. Desde abajo le grité: «Ve al cruising!»

La coronaron porque, según un organizador y funcionario público, fue la primera en abrir un antro gay en Morelia. Grité que no era cierto y no sé si me oyó, pero aclaró: «En el centro». Así es como se borra a la periferia de la historia oficial.

En otro momento el mismo funcionario dijo que la primera marcha tuvo 20 personas y ahora había 65 mil. Lo que no dijo es que antes no participaban los antros. Ni siquiera es la misma marcha, aquella era en mayo por el día internacional contra la homofobia.

Hace unos 9 años hubo un cambio de comité organizador y el nuevo líder, un católico panista, invitó a participar a los antros. En aquellos tiempos me integré a la organización y, al siguiente año, me opuse a que se les volviera a invitar. Porque una vez es un caso aislado pero dos ya es tradición. No me pelaron y preferí deslindarme un año después, cuando vi una lata gigante de Red Bull desfilando en la marcha.

Marcha contra la homofobia 2014

El problema no son los antros, sino la institucionalización gubernamental y la apropiación por parte de las empresas de un movimiento social, porque deja de serlo. Los activistas ya no lo son más, porque trabajan para el gobierno o para los partidos. Ahora es una marcha organizada por el Estado.

Las consignas de protesta se perdían entre el megashow que terminó con un concierto de Esteman, pagado por el alcalde panista (con nuestros impuestos). Lo mismo hizo en el aniversario de la ciudad con las bandas Caballo Dorado, El Mexicano y otras que no recuerdo a pesar de que fui. Me gusta ocupar el espacio público y bailar, aunque en estos casos es pan y circo. Se parece a la sociedad del espectáculo.

Celebrar el aniversario de una ciudad colonial construida sobre las ruinas de los colonizados es una cosa, pero desvirtuar un movimiento es otra, aunque se parecen. La segunda es una falta de respeto a la gente que ha luchado e incluso muerto en su trayecto. Pero ni siquiera es un problema sólo de ellas, la discriminación a personas LGBT, o a cualquier otra, sirve de sostén a la organización social toda. Y las opresiones están conectadas entre sí.

Si en algún momento fueron censuradas las prácticas sexuales que no tenían como fin la reproducción, ahora son utilizadas para producir capital, no sólo económico.

En fin, me chuté la marcha, el show y el concierto y regresé indignado a escribir este post en FB. Me faltó poner que la policía reprime a las feministas y protege a la comunidad LGBT en su marcha.

Al final estaba tan cansado de caminar, gritar y bailar, que no tuve fuerzas para pedir la única canción que conozco de Esteman, pero es tan vieja que tal vez ya ni se acuerde.

Maruata y la flacofobia

Entre la sierra madre occidental y el océano Pacífico hay unos pueblos náhuatl en la costa de Michoacán. Yo creo que es la zona más alejada de su capital. Supe de su existencia cuando un compa de la gran Tenochtitlán, hoy CDMX, se fue a pasar en Maruata las fiestas de fin de año él sólo. Me sorprendió.
Luego supe por un amigo de la Universidad que le dicen Marihunata y, muchos años después, fui a conocer esa comunidad rural. Desde entonces voy cada año para escapar del frío y por las fiestotas que se arman en la playa.
Pero cada vez que regreso, adelgazo y creía que era por la depre de enero, hasta que descubrí que es el efecto secundario de las drogas que se usan en los raves, porque su música no es para escucharla, sino para sentirla.
No me gusta estar delgado por el estigma. Así como hay gordofobia también hay flacofobia. Así que decidí atenderla, pero todo está en su lugar. Sólo tengo hacer lo que siempre he hecho para subir de peso: ejercicio. Voy al gimnasio, cuido la dieta y tomo proteínas.
Algunas recomendaciones que he aprendido de la reducción de riesgos y daños por uso de estas sustancias son:

• Conocer sus efectos.
• Identificar adulteraciones.
• Cuidar las dosis de cada sustancia.
• Saber cuáles se pueden mezclar y cuáles no.
• Consumirlas en un lugar seguro.
• Hidratarse durante y después del viaje.
• Al día siguiente:
  • descansar un chingo,
  • comer muchos alimentos nutritivos
  • y tomar vitaminas, nueces y almendras.

Las comparto por si te sirven y nos vemos en el dance floor.

La frontera norte

Me fui a dar un rol por la frontera del norte, entre Tijuana y California para que la experiencia fuera más fiestera.
Saliendo del aeropuerto de Tijuana me sorprendió el muro, porque creí que estaba más lejos y está cruzando la calle.
Después de tres días de ir a un museo, al centro cultural y vagar por el centro, pienso que, en relativamente poco tiempo, Tijuana pasó de ser un rancho en el desierto a una frontera terrestre entre el norte y el sur globales. Sui generis.
Luego crucé al otro lado. No hice fila porque pagué un servicio de transporte público hasta Los Ángeles, pero tuve que bajarme para el trámite. Me preguntaron a dónde y a qué iba, me pidieron el domicilio a donde llegaría y me cobraron 6 dólares. No me pidieron el certificado de vacunación, pero en algunos antros sí.
Lo que más me sorprende de Estados Unidos es la gente que vive en la calle y te pide dinero. Aunque reciban apoyo del estado, son el contraste de la opulencia. La única foto que tomé fue esta, por la composición de las estrellas y el humano.
Otro contraste que observé fue el de las máquinas de allá y los humanos de acá que hacen cosas similares, como vender dulces, vigilar los espacios públicos o transportar gente en silla de ruedas. O sea la automatización de procesos.
De los Ángeles pasé a San Francisco. Me admira cómo la gentrificación puede hacer turística a una ciudad que casi siempre está nublada y con niebla. Coincidí con un festival leather, producto de la institucionalización del homonacionalismo blanco y androcéntrico.
Por último, regresé a Tijuana unos días más. Al pasar la frontera de norte a sur no me pidieron ningún documento, sólo me preguntaron si era mexicano, porque soy güero de rancho. Me sentí aliviado al volver, pero con muchos temas para pensar y sobre todo con emociones encontradas.

Pride

Una de las cosas más chidas de ser chavorruco es que puedes mediar intergeneracionalmente. Estaba viendo las marchas del orgullo de por acá y dije ¿qué pasó?
En 1969 unas trans y jotas se agarraron a putazos con la policía en Nueva York, porque se cansaron de que las extorsionaran a cada rato en un bar de mala muerte donde les daban chance de juntarse unos mañosos, que también las extorsionaban. Por eso se hacen las marchas que les dicen pride, para contraponer el orgullo a la vergüenza que da cuando te dicen cualquier sinónimo de joto, lencha o quimera (aunque seas cisbuga).
Si el pride es la conmemoración de eso, está chido sacar el antro a la calle en memoria de aquellas personas, pero también estaría chido recordar lo que pasó después y lo que pasaba antes, lo que ha pasado en otros lugares o lo que falta por pasar.
Tenemos antros (segregacionistas y fresas), pero también extorsiones en otros lugares. Tenemos matrimonios (monogámicos), pero también carestía de retrovirales. Tenemos cambio legal de sexo (binario), pero también crímenes de odio impunes. Esos indicadores de lo que hoy se aprueba o desaprueba me suenan a la división jerarquizada entre lo público y lo privado desde la perspectiva feminista.
El problema no es tanto sacar el antro a la calle,  sino que sea el único aspecto (capitalista y patriarcal) de la vida jotera que sale al público. Es como si viésemos a los bugas desfilando como si estuvieran en el antro y pensásemos que así son siempre.

¿Qué escuchan los DJ’s de los raves?

Hace algunos años que corro para Maruata cada invierno para escapar del frío y en primavera para escapar del calor. Siempre hay toquines en esas fechas pero este fin de año hubo un rave de 2 días.

Los DJ’s estaban hospedados en una casa contigua a donde estuve acampando. Fue raro escucharlos divertirse fuera de sus horas de trabajo. Claro que se entiende que quieran divertirse. Es cansado divertir a los demás y lo que hacen es prácticamente un concierto: mezclas digitales de audio con una compu conectada a un megasonido para prender a una multitud que no perdona las fallas, sean técnicas o no.

Lo novedoso para mí fue que en su descanso pusieran otros géneros musicales que comúnmente no asociamos con el ponchis ponchis. Incluso tuvieron una discusión porque a uno de ellos le gusta la banda.

En todo caso, mis respetos para su oficio, porque no ponen música sino que la hacen en tiempo real, por lo general de noche, cuando la gente está más prendida. Por si fuera poco, al otro día mientras dormían les tocaba chutarse todos los ruidos de los turistas que durante las vacaciones abarrotan las playas de ese pueblo entre la sierra madre occidental y el océano Pacífico.

Gracias DJ’s por su trabajo. Mientras nos sigamos divirtiendo, escuchen la música que les dé la gana.

Estados de conciencia

¿Alguna vez te has sentido mareado?

¿Has perdido la noción del tiempo por estar concentrado/a?

¿Te has enamorado?

¿Has tenido lagunas mentales?

¿Te han zumbado los oídos por comer picante?

¿Se te ha subido el muerto?

¿Has tomado sustancias psicoactivas, ya sea legales, ilegales o prescritas?

¿Has tenido un viaje astral?

¿Te han hipnotizado?

¿Has probado las plantas sagradas?

¿Viste Matrix? ¿Los otros? ¿Sexto sentido?

¿Te has emborrachado?

¿Has usado realidad virtual o aumentada?

¿Te ha dado paranoia?

¿Has sentido que se mueve un automóvil estacionado cuando se mueven los vehículos de al lado?

¿Te activa la cafeína?

¿Te has pachequeado?

¿Has usado medicamento para dormir?

¿Has probado el jarabe para la tos?

¿Y el dramamine para el mareo?

¿Has experimentado la cama voladora?

¿Has sentido euforia por adrenalina?

¿Has tenido pesadillas?

¿Has bebido refresco de cola para reanimarte?

¿Has tomado azúcar para el susto?

¿Has sentido un orgasmo?

¿Has tenido fiebre hasta alucinar?

¿Te has viajado leyendo?

¿Has sentido calor por enojo?

¿Te has insolado?

¿Has hecho meditación?

¿Has sentido vértigo?

¿Has entrado en trance bailando?

¿Has ido a un rave?

¿Has estado en coma?

¿Has soñado que estás soñando?

¿Te has preguntado qué es la conciencia?

El baile de los 41 y el fumatón moreliano.

El 18 de noviembre de 1901 hubo una redada policial en una fiesta entre hombres en la ciudad de México, algunos de ellos estaban vestidos de mujer. Un hecho que hizo historia.

119 años después, se proyecta una película sobre el baile de los 41 en todo el país. Señal de la doble moral en la que vivimos, pues la violencia policial sigue ocurriendo en esta y otras situaciones.

Hace unos días se convocó a un fumatón cannábico en la plaza de armas de Morelia, algunos de los manifestantes fueron detenidos al terminar el evento.

Los movimientos sociales van y vienen, pero la violencia policial continúa.